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sábado, 3 de dezembro de 2011

XVX


 Como ofício de poeta que molda as palavras, que molda as almas,
 em guerreiro animado, contra a falta, a ignorância e o descaso

 como mártir na entrega total, crucificado
 ou ainda como chama ardente no árduo trabalho de manter-nos...

 Seria por mérito dizer que o mundo é seu,
 Camponês das árvores de Eva,

 Que as cultiva, cuida e cativa.
 Mestre das artes que por ti não as temos ocultas,
  e que o ofício de poeta nos dedicas.

¿La caza o el cazador?


Todo sucedió ya hace varios años, sin embargo siempre viene a la mente los recuerdos de este viaje que fuera inolvidable.
       Estaba sólo con diecisiete años y como no podía ser diferente, con todas las hormonas presentes, sin embargo tengo que decirte que ni en mis más fantasiosos sueños imaginé lo que pronto me pasaría.
       Mogi das Cruzes, una ciudad pequeña, que aunque esté muy cerca de una de las mayores ciudades del mundo, aún tienía algo de provinciana, con su aire de ciudad por hacerse y el particular olor de café por las estrechas calles. Solía siempre a llegar tarde, y cuando me preguntaban el porqué de eso, contestaba con una sonrisa irónica y sarcastica que era un reto contra la ditadura del tiempo. La verdad es que he tomado para mi ese y muchos otros retos a lo largo de mi vida, hoy, uno de ellos es contarte...bueno, creo que ya estoy adelantandote demasiadamente los hechos, a ver...
      Yo era agente de viajes en una oficina de turismo y este oficio me ocupaba casi todo el día, y a veces parte de la noche. Aunque mi rutina fuera siempre la misma, trabajar, estudiar y muy pocas parradas a comparecer, a mi me encantaba saber exatamente qué iba a pasar en mis días.
      No era fácil mantener una rutina segura, muchas veces me ponía en situaciones que no eran nada agradables, tampoco previsibles.
      Fue en uno de estos días normales que recebí la noticia que la Cia. Aerea Vasp había me regalado un viaje para la ciudad de Balneário Camboriú en Santa Catarina, región sur de Brasil, y tenía yo, menos de venticuatro horas para hacer mis maletas.
     El primer día transcurrió todo como esperaba. La llegada al aeropuerto de Navegantes y la hospedaje en el Hotel Pires en la calle Brasil.
     ¡Qué ciudad maravillosa! Vi el despuntar de la ciudad bañada por la luz del alba desde el avión, mientras oía la canción “Caminhos de Sol”.
     Un gran encantamiento me tomó y una sensación de libertad empezó a cobrar vida. Me divierto cuando me acuerdo de estas sensaciones, pues me parece hoy, tan típicas de los jovenes, que creen que pueden agarrar el mundo con las uñas.
     Hubo muchos paseos turísticos en todos los días, que tenian una luz fuerte y caliente mismo en finales de Mayo, y aunque haya conocido sitios estupendos, la ultima noche, cuando llegué al hotel no quería más que una ducha bien fría y las sábanas de la cama que me envitaban a dormir.
     No tardé demasiado.  Y pronto ya estaba acostado, y pronto me quedé dormido.
     Cuando desperté, mis compañeros de habitación, eran tres, ya estaban todos dormidos.
     Miré el reloj que estaba sobre la mesilla, “ Once menos veinte”, susurré mientras me levantaba. ¿ Qué iba a hacer ahora que el sueño ya me había abandonado? Tenía toda uma noche para me quedar cerrado en aquella habitación oyendo las brutales respiraciones en sinfonia descompasada de los chicos.
     Pablo, Guilherme y Vinícius, estaban con la misma edad que yo, sin embargo, parecían ayenos a todas las tempestades que pensaba ser normales en los adoloscentes. Hablamos poco en los siete días que pasamos juntos,  pero sus respuestas eran siempre tan previsibles que las ganas de querer soprenderme con alguna de ellas, cualquiera que fuera, me mantenía fijado en ellos.
     Ahora estaban allí, previsibles borrachos, más responsables que la Cenicienta, que perdera el paso de las horas y por mucho poco no fuera puesta en la cocina para fregar los platos de la fiesta real.
     Hacía mucho calor, el cielo era un cuadro negro ornado con una infinidad de diamentes vivientes, y del mar soplaba una brisa fría y constante. Decidí, después de mirar por un rato las lejanas estrellas, a irme a caminar por la playa.
     No se vía a nadie en la playa y cuando ya iba a volver al hotel, vi a lo lejos, sentado en el muelle de tablas, un ser que más me pareció un ángel de Dios. Sus rubios y rizados pelos bailaban en las manos del viento, su blanca y cálida piel hacía una pareja perfecta con la llena luna.
      Hipnotizado seguí por las arenas mojadas por el mar y por la plata lunar hasta su lado y mismo corriendo el riesgo de parecerme un ligón, empezé a hablarle.
      Al principio ella se mantenió en silencio petrificante, fijándose en mi hablar con una sonrisa que tenía algo de misteriosa. Yo la lanzaba una mirada coqueta que decía claramente mis intenciones.
     Empezé a desearla con la misma gana de un animal, que lo hace con su querida caza antes de devorarla.
     No me acuerdo de todo que hablé en mi monólogo, pero aún siento el flotar de sus manos sobre las mías y oigo perfectamente la carcajada que la escapó al fin de mi charla.
     La miré divertido, pues sabía la encena que hacía, y aunque no me acordara, me figuraba las tonterías que hubiera dicho.
     Aprietándome la mano y acercándose um poco más ( en este momento quice tomarla toda) dijó susurrándome al oído con voz de sirena, que conocía un bar... “¡es genial!”, mientras miraba tan hondo en mis ojos que me sentí yo, la caza.
    Hasta entonces no me acordara de mis campañeros de habitación, ya no existia nadie más que la rubia con ojos de cielo limpio.
     Fuimos por las calles charlando acerca de cosas sencillas y a cada paso suyo, me quedaba más listo, más animado al ataque, y su desnudo cuello me envitaba a hacerlo. Sus sanguíneos labios me traía una sed sólo sentida por mi, antes de probar un durazno maduro y jugoso, y me dolían los míos por probarlos a la vez.
     El ardor tomaba cuenta de mis sentidos, todos ellos sin excepción, toda vez que nuestras miradas se cruzaban entre una palabra y otra, o cuando sentía el sencillo toque de su piel de estío, o aún cuando olía su perfume de hadas y flores.
      En las calles habitaba una fría oscuridad que parecía desiparse con nuestro caminar y aunque supiera del ruido que sonaba desde los bares de la Avenida Atlântica, eran las canciones de las olas, el sonido que me pertubaba el alma.
      Por primera vez no me importaba los sentimientos... ¡ Qué tontería! Siempre relacionar el amor con el sexo.      Cosas tan distintas, que aunque puedan acercarse, el amor nunca saberá como goza el sexo, y el sexo nunca saberá como siente el amor.
      No. No la amaba, no estaba enamorado de ella y además no sabía ni su nombre...
     “¿ Mi nombre?” Contesté sorprendido cuando me preguntó. Tampoco yo sabía qué contestar. ¿ Cuál era mi nombre? , en realidad no era yo, el mismo yo de antaño.
    “Tonico”, dije tan nervioso y dudoso que no me sorprendería si hubiera sospechado que fuera sólo más una mentira de un ligón cualquiera.
     Sólo para no parecerme grosero la pregunté su nombre y aún hoy me pregunto si este era cierto. De todas maneras, tan poca importancia di a su nombre que ya en la próxima frase ya lo había olvidado.
    Llegamos al bar. Era un salón muy amplio con un suelo negro y brillante. El balcón se quedaba en um rincón donde se vía más fuerte la luz, pero todo el resto tenía una tibia luz azul. Había en el aire un olor de jasmín y madera que extrañamente me causaba hambre, un hambre de carne y sangre.
    Pedimos las bebidas y pronto surgió el mesero, un chaval muy guapo que se puso a mirar con ojos de águila a mi dulce serpiente, que me miraba como la própia tentadora del Éden.  Cogí los vasos y le miré con tanto enojo que fue facil hacerme entender. Nos saludamos y bebemos por un largo rato en silencio, sin mirarnos una sola vez.
    Ella miró su reloj y levantó la mirada con una sonrisa timida e inocente.
    La invité a bailar, y no me importé por saber muy poco de esas cosas. Creo que bailamos casi una hora sin parar. 
    Bebiendo y bailando nos pusimos emborrachados, y eso fue “chachi”, pues hasta entonces su cuerpo nunca había estado tan cerca al mío, y sus fijos senos se aprietaban contra mi pecho, mis manos la surcaba de manera muy  a menudo y la sentía con la piel mojada y caliente.  Cada órgano de mi cuerpo hablaba un idioma muy claro y sencillo, aunque salvaje y cruel. Mis labios se conectaban con los suyos y su respiración  era corta entre el aire, los gemidos y la palabra “no”.
    “Sé que quieres. No voy a ligar contigo. No soy de esas putas, si quieres saber”. Rompió rabiosa mientras me empujaba.
     No pude negarla mis intentos. Por toda la noche la deseé de manera tan guarra que cuando ella intentó resistir a mi, me volví loco, la tomé por sus débiles brazos y la apreté entre mi cuerpo y la pared.
    Una bofetada me devolvió al menos parte de mi razón, pero la otra parte la agarró una vez más y ahora más fuerte y feróz y la quitó un caliente beso que fuera compartido y duró, duró no sé precisar cuanto, pero lo suficiente para que sintiera cada hilo de mi cuerpo echarse al fuego.
   Ella me empujó una vez más y se quedó mirándome con los ojos entre la ternura y la desesperación. Giró en los talones y se fue de un tirón por entre las sombras de las calles hasta desaparecerse en las tinieblas.
   La noche ya había terminado cuando puse los pies en el hotel, habitación 711. Los chavales aún estaban acostados y dormían el sueño de los borrachos.
  Los ruidos tipicos del alba anunciaba que más un día pronto empezaría.
  Resolví acostarme. “¡Coño! Pensé, al acordarme de que por la mañana, a las 10h, tendríamos más un día de circuito turístico antes del vuelo. Cogí un papel en un cajón de la mesilla y escribí “NO ME MOLESTE”, y lo puse colgado sobre mi cama.
  Cerré los ojos. Estaba muy cansado, pero los recuerdos de aquella chavala no me dejaban dormir. No me di cuenta el exato momento en que relajé y al fin di la mano a la divindad de los cansados. Regalos de los dioses, el sueño, el hambre, la sed y el sexo. Al paso que nos fieren, ¡qué deleite es el gozo!
  Desperté con el timbre de la puerta. “ ¡Hijos de puta!”, dejé escapar mientras me levantaba.
  Todos se quedaban aún  dormidos, pero me percaté de que ahora estaban en posiones muy raras, además de estaren desnudos. Me acordé de uno o dos cuentos...”¡qué pendejos!”,  reí.
  El timbre insistía.  “¡ya voy!, ¡ya voy!”.
  Abrí la puerta y de un tirón pasó la rubia aún candorosa, oliendo a deseo.
 “¡Coño!” Dije mientras cerraba la puerta, y la miré entre sorprendido y animado.
  Su cuerpo se acercó al mío y de una sola vez rompí el sencillo paño que intentaba esconder sus sabrosos y alvos senos. Nuestras respiraciones una vez más, cortas y rápidas sonaba en susurros. No supe medir cuanto tiempo me quedé probándolos todos, pero al fin nos echamos sobre la alfombra, quitándonos las ropas.
  Aún oigo sus gemidos, aún siento el gusto de su carne, aún huelo su sangre...
  Su dolor me animaba a apretarla aún más fuerte contra mi y sus ojos suplicándome que parase eran mis ganas de no parar jamás. Mis dientes en su piel la dejaba señales más própios de una brutal pelea, sus uñas penetraron hondo y pude sentir la sangre deslizarse por mi espalda.
  Sí, era una pelea, una sangrienta y dulce pelea.
  Sentí a lo largo de mi cuerpo otras manos y imaginé que tal vez estuviera en un sueño, en ellos todo es posíble.
  No, no era sueño.  Las manos me surcaban la piel y al abrir los ojos, vi a los chaveles también sobre la alfombra y tan juntos que me acordé de Shiva, con sus tantos brazos.  “¡Mira! ,  al fin y al cabo me han sorprendido".
  Seguimos todos gemendo y sudando. Venieron los chavales más cerca de nosostros dos y con rara destreza se hubo una red de conecciones con entradas y salidas. Un coral, una unión que cambiaba a la vez sus terminaciones.   
   Manos, pies, bocas, brazos, senos, culos,  penes, vagina...todos conectados y en movimiento. ¡Qué raro es acordarme de eso! Se apartaron de mis sentidos las sensaciones de tiempo y espacio. Me encontraba ahora, en pleno colapso del universo. Serpenteé en todas las direcciones, iluminándome en las estrellas de la galáxia de Baco y me convertí yo, en nada más que puras y primitivas sensaciones divinas. A veces abría los ojos intentando desconectarme de este colapso, pero en seguida posaba en mi una caliente mano, y otra, y otra...entonces cerraba los ojos para no afrontar mis sentidos. "No piense, no piense", sonaba bajo en mi mente esta voz oculta que a todos ya se ha hecho presente en algun momento. Y deveras no más intenté pensar, y dejé que la savia, no sé si de la sangre, si del sudor o si del gozo corriese por entre nosotros hasta, hasta que...
   El combate ha llegado al fin, una a una, las entradas y las salidas fueron desconectándose y los envolvidos en esta máquina humana se fueron apartando. No hubo miradas, no hubo charlas, no hubo toques, sólo un silencio, el mismo silencio que se seguió después de la criación...Y todo era oscuridad, y la luz surgió.
   Al fin, solo quedó la rubia y yo sobre la alfombra, mirándonos callados y tan agotados como era posible.  Ella se levantó despacio y tan sensual como Venus en su nacimiento entre las espumas de las olas. Cogió mi camiseta que estaba colgada en una silla y la vestió sin sacar los ojos de mi. Fue caminando paso a paso, y salió por la puerta.
   Me acuerdo claramente de este momento, sus ojos eran irónicos y hacía pareja perfecta con su sonrisa diabólica...
   “¡Coño! , fui yo la caza.”

Presença


Às vezes poderá sentir um tocar suave correndo pela pele, e nessa hora serei chuva;
Ao despertar, o brilho forte lhe ferirá a visão, e nessa hora serei sol;
Um abraço forte lhe envolverá ao cair das sombras, e nessa hora serei frio;
Queimará seus lábios depois de um dia duro, e nessa hora serei sorriso;
Manchará o branco papel com lágrimas de oceano, e nessa hora serei missiva;
Suspirará profundo vendo as cores do fim do dia, e nessa hora serei saudade;
Sentirá um aperto inesgotável no peito, e nessa hora serei abraço;
Gemerá baixinho no travesseiro, e nessa hora serei beijo;
Ouvirá, ainda que em sonhos, o meu distante chamado, e nessa hora...
nesse momento, serei eterna presença.

Quem sou eu

Minha foto
Mogi das Cruzes, Sao Paulo, Brazil
Soy profesor de Español y Portugués en Brasil. Graduado en Letras. Con especialización en Tecnología de Información y Comunicación en Educación. Spanish and Portuguese Teacher in Brazil. Graduated in Spanish and Portuguese Languages. Specialized in Information and Communication in Education.